A la mañana salimos a buscar con alegría una agencia que nos ofreciera una excursión a Gocta.
La salida incluía transporte de ida y vuelta y guía (Yola, Yoli para los amigxs).
En coche llegamos en 40 minutos a San Pablo, pueblo desde donde empieza la caminata hacia la catarata. Empezamos a flipar por el paisaje amazónico que pudimos explorar: plantas, mariposas que viven en los excrementos de los animales... (Según Yola, ahí encuentran su alimento), montañas por todos los lados, palmeras, árboles y flores preciosas...
Un trayecto de más de dos horas a pie la ida, pero fue bastante ameno por el paisaje que nos rodeaba. Sin duda, mereció la pena la meta final para ver ese inmenso escenario que a nuestros ojos hizo gozar. Delante de nosotrxs, teníamos la tercera catarata más grande del mundo: Gocta. Espectacularmente espectacular, esas rocas y el baile de como el agua fluía, caía y nos salpicaba refrescándonos y sintiéndonos plenxs de felicidad y libertad.
Sin duda, la mejor experiencia hasta el momento. Pero no terminó ahí el asunto ya que nos atrevimos a bañarnos en esa agua de río congelada, pero como somos del norte, ahí entramos a grito pelaoo!!!
La comida a las 17.00h de la tarde entró en 5 segundos. Bistec o lomo salteado con papa frita, arroz y ensalada con aguacate, dos botellas de cerveza y todo supo a felicidad.
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